Señor, yo soy la higuera
frondosa, pero estéril
a la que Tú llegaste
pidiéndole sus frutos.
Sabía que vendrías
a buscar lo que es tuyo,
y ya ves, sólo hojas
inútiles me cubren.
Señor, yo tuve flores
casi, casi cuajando,
y presentí la dicha
de brindarte mi miel,
pero vientos extraños
de dudas y pasiones
en ráfagas continuas
las hicieron caer.
Mas, oh Señor, te ruego,
granjero de las almas,
que me des otro año,
y abona mi dolor;
que espero ver las ramas
por el fruto inclinadas
compensando con creces
tu amor y tu perdón.
R. Loyola
25.10.04
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